Smart Working para Latinoamérica y el Caribe

Abordando vicisitudes de la cuarta revolución industrial o era digital ¿En realidad se trata de asegurar regulaciones laborales inclusivas para todas las partes involucradas en trabajar a distancia? o ¿cómo se vislumbran de inmediato los cambios?

No solo la forma de relacionarnos entre personas y su entorno ha cambiado, sino también la manera de entender el trabajo y desempeñarlo. Una modalidad emergente, más allá de exclusividad en la administración y la burocracia, ya está en plena adaptación a los procesos productivos neurálgicos de los grandes y pequeños negocios.

Inmersos ya en la era tecnológica, las transformaciones en curso dieron paso al concepto conocido como Smart Working en reemplazo al de Teletrabajo, como modalidad muy conveniente para aquellos que no tienen que acudir a oficinas para laborar o para quienes están constantemente viajando. La obsolescencia en curso de la acepción de Teletrabajo podría ser producto de los avances tecnológicos, o bien de algunos marcos legislativos emergentes, bajo presión de sindicatos laborales.

Las empresas están adaptándose a los cambios para lograr satisfacción, motivación y productividad atados a targets excelentes. El planteamiento de que los empleados deban tener acceso a todos los sistemas de información en una empresa ha tenido que acelerar la aparición de nuevos modelos de trabajo a distancia. Siendo así, el Smart Working aparece como un nuevo modelo de fusión entre la acepción general amalgamada al Teletrabajo y ciertos fundamentos de nuevas tecnologías. Pero la propuesta es algo desalentadora en perspectivas globales, visto que esta nueva metodología operativa, cimentada en dar a las plantillas de empleados todas las herramientas necesarias para alcanzar un nivel de rendimiento profesional máximo omitiendo la necesidad de control presencial, todavía está muy limitada en muchos entornos laborales de peso. Por ejemplo y conforme a registros estadísticos autorizados en España, solo alrededor del 27% de las empresas y corporaciones registradas han permitido implantar el trabajo a distancia por el momento, siendo muy pocas las empresas que deciden incorporarlo formalmente en el día a día.

La novedad es que el Smart Working se plantea como un modelo de trabajo sustentable y sostenible, que pretende facilitar al trabajador activo con potencial todas las herramientas posibles para desarrollar su máxima eficiencia. Se trata de una metodología de trabajo basada en la confianza en el trabajador para alcanzar, al menor costo y en el menor tiempo posible, exactamente las metas y objetivos propuestos sobre cada decisión de contratación.

No sólo se pretende que el trabajador labore un número determinado de horas, sino que cumpla con ciertos objetivos, previstos retos y riesgos operacionales y sujeto a una perfecta coordinación operativa. La clave está en las tecnologías que dependen de la calidad de conexión a Internet, en cuanto a la flexibilidad para tener acceso a diferentes documentos e información en cualquier momento y lugar, así como en los alcances esenciales de digitalización requerida.

En fin, con el trabajo a distancia se permite al empleado disponer de la organización operacional que mejor le acomode, conciliado con intereses personales y familiares, mientras se garantice el alcance de los objetivos empresariales encomendados. Lo cual es altamente valorado y motivador para la fuerza de trabajo, ofreciendo muchas ventajas para todos los actores del entorno laboral, a la vez que facilita la formación de equipos profesionales multiculturales y multidisciplinarios, con oportunidades de aporte en términos de diversidad y experticia.

Como toda modalidad laboral, implantar Smart Working también confronta una serie de desventajas, como lo son las distracciones individuales y el posible aislamiento de los equipos humanos de trabajo, debido a la deslocalización del espacio laboral; Aun cuando adoptar esa misma deslocalización de plazas de empleo, también puede fomentar posibilidades de contar con talento humano difícil de contratar. Ahora, encontrar talento del conocimiento, en cualquier momento y ámbito alejado de los conglomerados de oficinas centralizados, ya no sería un impedimento de la barrera del espacio.

No obstante, el principal problema de dicha tendencia remota es la falta de marcos legales reguladores, lo que genera reticencias para su normalización por parte de empresarios e inversionistas. En tal sentido, la legislación laboral europea sobre el Smart Working, e incluso para el Teletrabajo, es muy reducida y solo establece una serie de generalidades, dejando muchos cabos sueltos y vacíos legales que pueden generar conflictos futuros. En muchos casos, la implantación del trabajo remoto se ha venido regulando valiéndose de convenios colectivos y de acuerdos marco entre las empresas y los trabajadores. Sin embargo, grandes compañías en otros predios con alcance tras nacional, como Vodafone y  Microsoft, han vislumbrado compensaciones muy concretas en adaptar esta modalidad a las operaciones de sus negocios en marcha.

Sondeando dicha polémica, recientes publicaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (IADB) admiten que estamos en curso de un experimento para trabajo a distancia a escala mundial. Lo que inicialmente se trataba como “oficina en el hogar”, por el hecho de poder tener tecnología como computadoras e Internet en la casa, abrió la oportunidad de trabajar fuera de la empresa. Luego se contextualizó la idea de la “oficina móvil”, ya que los teléfonos celulares, laptops y tabletas permitieron que el Teletrabajo no debiera efectuarse exclusivamente desde el hogar, sino desde cualquier lugar valiéndose de conexión a Internet o de una red de datos. Así que, la etapa más novedosa marcada en esta evolución es la “oficina virtual”, que expande el concepto anterior con la aparición de los teléfonos inteligentes y la capacidad de tener información en la nube. Ahora, todo lo que necesitamos para trabajar remoto puede caber en la palma de una mano.

Con la llegada de la pandemia del coronavirus, muchas empresas han negociado con sus empleados contratos de labor en casa bajo conceptos de trabajo a distancia, lo que ha generado debates y diatribas sobre tres aspectos fundamentales : los horarios de trabajo, el equilibrio personal-profesional, y la productividad.

En términos de aceptación más generalizados, antes de producirse la pandemia, Brasil era el país latinoamericano que se reportó con más empleados trabajando a distancia, con unos 12 millones de teletrabajadores, seguido por México, con alrededor de 2.6, Argentina con 2 y Chile con 500 mil.

Mucha de la información referida es parte de un estudio del IADB , reportado en serie y titulado ”El Futuro del Trabajo en América Latina y el Caribe”, que plantea un panorama acerca de la regulación del trabajo remoto en la región, destacando una presunción colombiana que asegura llevar la delantera regional en avances tecnológicos sobre la actividad laboral a distancia. Además, documenta la problemática de choque entre dos mundos de este entorno: el tecnológico, que permitiría masivamente trabajar desde donde sea, condicionado a conexiones de Internet, y el de legislación de regulaciones laborales, con vasta vigencia desde el siglo XIX, cuando no existían ni se previeron alcances sobre alternativas tecnológicas que hicieran posible vislumbrar esta modalidad para trabajar.

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