Añejas imposiciones en boga de la Sociedad de la Información condicionan el impulso del Cyberfeminismo y del Teletrabajo (1era. parte)

Novedosas y peculiares formas de estructurar la vida económica, social y política de las sociedades modernas parecen condicionarse a un contexto embargado por la sociedad del conocimiento o sociedad informacional, visto que la ciencia, la tecnología y la innovación fundamentan sus medios de producción y articulan e imponen las concepciones de nuevas modalidades de trabajo, muy diferentes a las establecidas tradicionalmente en el occidente.

Algunos especialistas en temas de comunicación internacional y sociedades de la red o networks; como Manuel Castells y Gustavo Cardoso, parte activa del ISCTE / Instituto Universitario de Lisboa, en la primera década del siglo XXI, por ejemplo; casi acuñaron el término de “sociedad informacional” antes que sociedad de la información, bajo la perspectiva de que el conocimiento y la información son elementos decisivos en todos los modos de desarrollo. Por su parte, Castells concibió expresamente que el concepto “informacional” indica el atributo de una forma específica de organización social en la cual la generación, el procesamiento y la transmisión de información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder, debido a nuevas condiciones tecnológicas que surgen en el período histórico corriente.

En este contexto, se presumiría que la Sociedad de la Información no esté determinada por las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) sino por una nueva forma de organización económica y social a partir de su desarrollo, lo que facilite la capacidad de acceso casi ilimitado a las personas, organizaciones o a cualquier ente hacia la información generada por otros y potencie su renovación, por lo cual sería usada colectivamente, desde luego, conforme a jerarquizaciones impuestas. Además, haciendo un uso hábil de las plataformas, herramientas y medios de TIC se haría posible el flujo normal y efectivo de la información dentro y fuera de las sociedades, así como el proceso de su generación, administración y difusión en términos de las tecnologías duras y blandas. Se permitiría entonces generarla, transmitirla y difundirla monitoreando el flujo a lo largo y ancho de las redes del mundo globalizado.

Sin embargo, en espacios tecnológicos en donde hombres y mujeres hacen vida cotidiana, los quehaceres se han visto muy afectados por las TIC y las mujeres se han encontrado con diversas barreras formativas e institucionales a partir de otros obstáculos sociales y económicos para acceder y utilizar las nuevas tecnologías, sin poder beneficiarse directa o indirectamente de sus amplios beneficios y posibilidades.

Por su parte, la catedrática española de la Universidad Complutense de Madrid, Sara López Martín, en su publicación: Imaginarios sobre mujeres en el ciberespacio: una mirada crítica (2005), concuerda con la idea que concibe al Internet como un medio masculino por excelencia, porque lo fueron sus creadores y difusores y gran parte de los imaginarios que lo impregnan de valores y contenidos. Se fundamenta en sus orígenes desde el entramado de la inteligencia militar norteamericana, hasta su desarrollo en las universidades de mano de la actividad del hackeo, pasando por la comercialización extrema de sus soportes y contenidos en la eclosión mercantil de la red. Por eso sentencia que la Internet consolida un marco en el que las mujeres no acceden al uso ni a la producción de herramientas en ese entorno y son limitadas a roles pasivos, normalmente pornográficos, en el ámbito de los contenidos.

López Martín se hace eco de afirmaciones que sostienen que la difusión de las TIC y la actividad en el ciberespeacio, valiéndose de la Internet, no son neutrales respecto al género, y que esto tiene efectos variables en función del origen, clase social, estatus, raza, edad y alcances de acceso a la educación, instrucción y formación de las mujeres, así que tampoco han sido aprovechadas adecuadamente por la fuerza de trabajo femenina. En contraste, también se han publicado otros enfoques más optimistas planteando que, en las últimas décadas de la historia de las redes electrónicas, el espacio virtual y la Internet están permitiendo la distribución masiva y rápida de información y pensamiento feminista, así como la creación de espacios de debate para coordinar estrategias de reflexión y acción donde cada vez más las mujeres se visibilizan y tienen mayores posibilidades de intervención política. (Continuará…)

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